Hace un par de semanas, encontré un diploma de mi vieja escuela de Kung Fu. Al tenerlo en mis manos me acordé de una escena en particular del día del examen. Recordé verme reflejada en el gran espejo del salón, demostrando la forma y darme cuenta de estarla ejecutando equivocadamente. Había iniciado mis movimientos por el lado izquierdo en lugar del derecho.
Algo sucedió en mi interior al tomar consciencia de mi error. Hice una pausa total y tras una larga inhalación, volví a comenzar de principio a fin hasta completar el movimiento.
En la entrega de las evaluaciones mi Maestro me dijo lo siguiente: Eres merecedora del grado Dragón Blanco no por la técnica, sino por haber demostrado “coraje”. En esta escuela, reconocemos el valor. Ese día mi Maestro plantó una semilla en mí y cada una de sus palabras resonarían por siempre, en mi interior.
Reconocer que nos hemos equivocado es un acto de valor. ¿Cuántas veces hemos iniciado procesos, relaciones, proyectos, etc., equívocamente? Y sin embargo, no nos detenemos.
Detenerse, nos brinda la oportunidad de observarnos y nos da el espacio para saber qué es necesario rectificar.
Empezar de nuevo, porque la práctica hace al maestro. Errar, es lo que nos permite aprender y perfeccionar la técnica. Volver a empezar significa que hemos podido atravesar la frustración y el miedo
Aquél día mi Maestro fue un ejemplo de “impecabilidad”. Con sus palabras logró convertir una experiencia de fracaso en una experiencia que elevó mi espíritu y me alentó a seguir trabajando.
La “impecabilidad” es el primero de los Cuatro Acuerdos, base de la filosofía Tolteca que considera a la palabra, la herramienta más poderosa que tiene el hombre, ya que a través de ella, somos capaces de crear y destruir, de generar y modificar estados de ánimo en otras personas y en nosotros mismos.
Se impecable en tus palabras. Se impecable contigo mismo.
Comments