Melanie Klein (1882-1960) una de las grandes Psicoanalistas y pionera de la teoría de relaciones objetales, establece que nos relacionamos con el mundo a partir de las sensaciones e impulsos que sentimos; mismos que proyectamos sobre las personas con las cuales nos vinculamos.
Klein se refiere a la envidia, como el sentimiento de enojo con otra persona que posee y disfruta algo deseable, a menudo acompañado por un impulso (inconsciente) de querer tomarlo para nosotros mismos o arruinarlo. En consecuencia, este deseo del que no nos damos cuenta, acentúa la persecución y la culpa.
Al mismo tiempo que Melanie Klein fue capaz de trabajar con los sentimientos de envidia e identificar las emociones que trae consigo, observó que la mejor forma de apaciguarla es la gratitud, una expresión de amor, un impulso de vida y por tanto su antítesis.
¿Cómo nos ayudan los descubrimientos de Melanie Klein en nuestra vida cotidiana?
En primer lugar, nos hace darnos cuenta que la envidia es un sentimiento humano y por tanto, todos la hemos experimentado. El problema real es la consciencia que se tenga o no, del sentirla.
Al no ser consciente de ella, solemos actuar desde una posición ignorante de nosotros mismos y corremos el riesgo de herir y lastimar a las personas que amamos.
En cambio cuando me he ganado la capacidad de introspección (en terapia, yoga, meditación, etc) y soy entonces capaz de identificar lo que siento, tengo entonces una oportunidad de trabajar la envidia y transformarla, en algo valioso, gratitud.
Pero, ¿cómo hacerle?
Un comienzo es cuestionarse ante el enojo que ha surgido y preguntarse: ¿por qué me siento así? Si el único evento que ha pasado es que: "mi amigo me contó que se compró un auto nuevo", "mi amiga se acaba de comprometer y le han dado anillo de compromiso", mi hermano se irá de viaje", "el vecino está ampliando su casa y vino a enseñarnos el proyecto", "la tesis de mi no novio será acreditada con honores", etc..
¿Me siguen la idea? Es difícil aceptar que experimentamos envidia, porque a nadie le gusta sentir que el bienestar del prójimo, enfada. Este sentimiento nos hace cuestionarnos, qué clase de persona somos pues, amar al prójimo es inclusive uno de los diez mandamientos. ¿Entonces? ¿Cómo es posible que yo sienta esto espantoso?
La respuesta es que somos humanos, es decir, tenemos la capacidad de experimentar todos los sentimientos posibles por más bajos que nos parezcan. La gran maravilla es que la humanidad encierra en sí la chispa de divinidad, que nos hace tan únicos y que nos brinda la oportunidad de transformar y elevar aquello que sentimos.
Así que cada vez que te hagas consciente de que experimentas envidia, mi propuesta es la siguiente:
Cierra los ojos y respira profundamente. Sostén la respiración unos segundos. Exhala.
Vuelve a inhalar. Sostén nuevamente la respiración y mientras sostienes tu aliento: reconoce que el otro no recibe más que tú, que esa es la ilusión que el ego ha utilizado para justificar tu inconsciencia. Exhala.
Inhala nuevamente. Sostén tu respiración y agradece por lo que en este preciso momento tienes contigo: oxígeno que te permite respirar. Un cuerpo que te permite estar. Vitalidad (prana) que te permite continuar. Un corazón que siente y palpita. Y una consciencia para estar presente y transformar, todo aquello que necesite ser elevado. Exhala
Que en todo momento, la envidia no sea más que una puerta hacia la gratitud.
Fer, gracias. Justo experimentaba esto el otro día y respiré. Sin embargo no pensé en lo valioso del prana y las astucias del ego. Besos!