Hace un par de semanas desperté malhumorada a causa del maullido de un gato que no callaba. Estaba bastante enfadada con con los vecinos, por no dejar habilitada una entrada para sus "tan molestas" mascotas.
Cuál sería mi sorpresa al darme cuenta que el maullido provenía de un gato bebé que lloraba a la entrada de mi casa, mismo que sin querer pise al abrir la puerta y consecuentemente el gato se asusto aún más.
Mi reacción inmediata fue seguirme de largo, en primer lugar porque no me considero una persona “gatuna” y en segundo porque no fui yo quien decidió abandonarlo y dejarlo ahí botado ahí en la calle. Así que me fui, pero, unos segundos antes de abrir la puerta de mi auto, algo que sentí dentro de mí, me hizo regresar. Saque entonces una caja que tenía un par de toallas, una franela y las acomode para el gatito. Pensé que de menos se sentiría mejor sin frío y quizá alguien podría llevárselo. Esto no paso.
Al regresar a mi casa el gato seguía dentro de la cajita durmiendo. Decidí entonces alimentarlo, bañarlo, llevarlo al veterinario y pedirle ayuda a una de mis amigas (amante de los felinos) a encontrarle un hogar. La visita al veterinario fue toda una experiencia, pues no tenía idea de que los gatos requieren estudios de laboratorio para el VIH y Leucemia. Si los resultados de éstos son negativos entonces sí, a vacunarlos, esterilizarlos y ponerlos en adopción.
He de confesar, que para este tiempo aún me sentía bastante molesta con la aparición del gato, pues sentía que había ganado una responsabilidad sin haberla pedido. Además no me quedaba claro porque había decidido regresarme a auxiliar al minino.
Tras algunas semanas de reflexión y de convivencia con “Draco Malfoy” comprendí que me regresé a auxiliarlo por humanidad y no por culpa. Simplemente porque no deseo ser una persona capaz de ignorar el sufrimiento y la vulnerabilidad de los seres vivos. Deseo verme el espejo día a día y sentirme en paz con mi reflejo, sabiendo que estoy dispuesta a asumir el costo que implica vivir en libertad y a través, de la conciencia que vía mi intuición me conecta con la sabiduría del corazón, del universo, sus leyes e inteligencia.[1]
Fue la intuición lo que me brindó la posibilidad de transmutar mi enojo en bondad. Dejé de sentirme enojada cuando fui capaz de comprender lo que sentía. La conciencia es como un músculo que se ejercita día a día. En mi caso personal, mis reacciones inmediatas involucran al enojo, es mi forma de defenderme. Pero ahora sé que el asunto principal no es evitar este sentimiento, en su lugar cada vez que lo experimente he de tomarme un espacio para conectar con mi intuición y darme cuenta qué hay en el fondo.
Y entonces sí, desde ese lugar poder actuar y permitirme ser.
Al día de hoy el gato, "Draco Malfoy” sigue viviendo en mi casa. No tengo idea de cuánto tiempo estaremos juntos, será lo que tenga que ser. A este pequeño maestro le doy las gracias por recordarme que "hacer lo correcto", significa andar el camino que guarda lealtad a los fines del corazón.
Lokha Samastha Sukhino Bhavantu.
Que todos los seres en todas las partes sean felices y libres, y puedan los pensamientos, palabras y acciones de mi propia vida, contribuir alguna manera a la felicidad y a la libertad para todos.
[1] La inteligencia espiritual pertenece a cada uno de nosotros. Se encuentra en nuestros corazones y está en el corazón de cada religión, cultura, y sistema moral.
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